Durante el otoño de 1912, en Praga, escribió Franz Kafka (1883–1924) La metamorfosis, la peripecia subterránea y literal de Gregor Samsa, un viajante de comercio que al despertarse una mañana «de un sueño lleno de pesadillas se encontró en su cama convertido en un bicho enorme». En pocos libros de Kafka queda tan explícito y tan nítido su mundo como en La metamorfosis, en la que el protagonista, convertido en bestia, sumido en la más absoluta incomunicación, se ve reducido cruelmente a la nada y arrastrado inexorablemente a la muerte. Otros escritos de Kafka desarrollan rigurosas variaciones paralelas, desmenuzan inexorables pesadillas, asignan obsesiones enigmáticas a personajes desorientados y vencidos, pero tal vez sea La metamorfosis la narración que mejor expresa al “hombre primordial kafkiano”. De ahí que merezca la calificación unánime de obra perfecta y obra maestra, un texto decididamente superior en el panorama de la literatura universal del siglo XX.