Eso es, estamos casados.
Aida levanta los labios para darme un casto beso.
Para mostrarle quién manda, la agarro por los hombros y la beso bruscamente forzando mi lengua a meterse en su boca. Sus labios y lengua tienen un sabor dulce, ácido y fresco, como algo que no he probado en mucho tiempo...
Fresas.
Ya puedo sentir que se me adormece la lengua, mi garganta comienza a hincharse, mi aliento sale en un silbido.
La iglesia gira a mi alrededor en un caleidoscopio de color, mientras caigo al suelo.
¡Esa maldita PERRA!