Las manos blancas

Aquel fue el último paseo junto al mar.

—Por favor, ¿dónde está Neurología?

—Mis alumnos. Soy el mismo para todos, pero valoran de maneras diferentes lo que soy.

Toleró que sus alumnos tuvieran cada vez más faltas de ortografía y menos conocimientos, porque enseñarles era su vocación y podía rebajar el nivel de exigencia para no frustrarlos ni frustrarse; sin embargo, llegó un momento en que la rebaja le pareció excesiva:

— El profesorado de primaria me merece el mayor respeto porque sienta las bases de todo, pero si yo hubiese querido hacer su trabajo habría opositado para ello. Soy una profesora de instituto dando clases de colegio. Aunque eso no es lo peor.

—Cuando juegues con las blancas, empieza adelantando el peón de rey. Esa jugada abre un camino para la dama y otro para un alfil. Si tu adversario contesta de la misma forma, vuestras piezas saldrán pronto y haréis una partida muy dinámica y divertida. Esa clase de partidas son las que enseñan a jugar.

Si la gente comprendiera el significado de los nombres y les diera el valor que merecen, no los destrozaría.