Casi nada que ponerte

pasa siempre en ese país donde el nombre con el que naces no es más que un dato circunstancial antes de que alguien llegue y te bautice con el consabido alias para el resto de tus días

Pienso en tatuarme una bala perdida si me quedo a vivir aquí.

Aires a esas horas, se filtra una luz dorada. La casa de piedra parece casi negra en la oscuridad, aunque de día sea de un gris claro, adusto, monumental

de Buenos Aires, cada vez más cubiertas de excrementos, no resulta fácil imaginar que él se encuentre ahí arriba, recortando figuritas de papel.
Hay una luz dorada en la ventana, se aprecia desde afuera. La gente camina con la mirada al frente, puesta hacia la plaza de Mayo, y no se fija en que, en el segundo piso de esa casa señorial, situada junto al parque de la plaza Vicente López, prácticamente el único lugar fresco en Buenos

El 19 de diciembre, Buenos Aires estalla. Se declara el estado de sitio; mientras los manifestantes se agolpan en la plaza de Mayo, la policía reprime a la población de forma indiscriminada. Mueren 38 personas

Mientras la gente avanza por las aceras rotas

otro, y dormitorios cerrados con llave. Hay cuadros cubriendo todas las paredes, con marcos dorados e imposibles, chimeneas recubiertas de mármol y jade, estanterías de caoba, cortinajes con borlas y tapices orientales

Hay obras de arte atiborrándolo todo. Pianos de cola lacados, frascos de perfume dispuestos en hilera, baños de mármol rosa, uno tras

Al otro lado de la puerta, surgen enormes salones con sofás aterciopelados. Habitaciones y más habitaciones con arañas de cristal, mesas Luis XIV, perros de cerámica, ángeles y alfombras de cinco centímetros de grosor

Y Simón, obediente y agradecido como un niño