Notas para Grace

«Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y esa, solo esa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas»

Tendría que estar en la cama, pero quería terminar el cuadro de una puesta

Yo te elijo a ti hoy y tú me eliges mañana.

—¿Por y para siempre? —susurró y me rozó los labios en un beso suave que me provocó un escalofrío.

Asentí, segura de que era verdad.

—Por y para siempre.

—¿Te cuento un secreto? —preguntó.

—¿Qué?

Sonrió con la misma sonrisa que su hijo y sollozó al mirarme.

—Siempre he querido una hija.

—Cásate conmigo —le susurré sobre los labios.

Se rio con cariño, al pensar que era una broma. Después, se apartó un poco y me miró a los ojos.

—¿Que me case contigo?

—Sí. Cásate conmigo, Gracelyn Mae.

Apoyó las manos en mi pecho. Se mordió el labio inferior y asintió, despacio.

—Sí —susurró y me besó—. Me casaré contigo.

—Quiéreme y te querré.

Entonces, me besó.

El beso fue lento, delicado y estaba lleno de amor.

Ni siquiera lo dijo, pero sentí que me quería. Lo sentí en todo el cuerpo mientras me besaba. Nuestras almas se mezclaron y ardieron en sintonía.

Porque no se puede ser «casi madre».

Siete ramos de tus siete ángeles.

Feliz día de la madre, Princesa.

Se me paró el corazón al leer las firmas de la tarjeta:

Emerson, Jamie, Karla, Michael, Jaxon, Philip, Steven y Oscar.

El salón estaba repleto de ramos de rosas rojas.

Siete, para ser exactos.

El salón estaba repleto de ramos de rosas rojas.

Siete, para ser exactos.

Me acerqué al que había en la mesita del centro y leí la nota.

A finales de octubre, mamá y yo fuimos a una clase de baile en barra. No sé qué fue más perturbador: que a mi madre le encantase tanto que siguiera yendo por su cuenta o que fuera diez veces mejor que yo