En otoño

que nuestras vidas están escritas en nuestras caras y cuerpos, pero en un lenguaje tan desconocido que ni siquiera sabemos que se trata de un lenguaje.

Ese es el precio de la presencia: no la ves. No sabes que está ahí. Luego acaba, y entonces la ves.

Solo aquello que se te escapa por entre los dedos, solo aquello que no encuentra palabras, que no tiene pensamientos, existe plenamente.

mostrarte a ti el mundo, mi pequeña, hace que mi vida merezca la pena vivirse.

paso del tiempo; en este diente la niña tendrá para siempre diez años.

Los dientes no envejecen de la misma manera que el resto del cuerpo, siguen intactos con el

ahora sé que nunca se trata del mundo en sí, sino de nuestra manera de relacionarnos con él.

mostrarte a ti el mundo, mi pequeña, hace que mi vida merezca la pena vivirse.

Cuando los dientes atraviesan la capa fina y reluciente, y el zumo de la fruta entra en la boca, llenándola de dulzor, es casi como si estuvieras primero en el pórtico del templo y luego caminaras lentamente hacia el interior.

Quiero mostrarte el mundo que nos rodea tal y como es todo el tiempo. Solo al hacerlo consigo descubrirlo yo mismo.