Bernardo Olivera no solo nos ayuda a reconocer la existencia del demonio, sino también a preguntarnos qué incidencia espiritual tiene esta realidad en la vida de cada uno, qué relación tiene con nuestro propio camino de santificación, nuestro propio “combate espiritual”. Esta obra, a su vez, nos ayuda a recoger las advertencias y consejos de maestros espirituales, que con enorme realismo nos han hablado de las peores tentaciones del demonio: la acedia, el tedio, el ocio, el avinagramiento. Y frente a estas, resuena el llamado a la paciencia, lejos de todo exitismo y de todo triunfalismo mundano.