Nos hemos distanciado tanto a lo largo de los años que lo único que nos mantenía unidos era nuestro apellido. Si nos hubiéramos separado sin habernos sincerado, no nos habríamos vuelto a ver. Ahora sabemos que la vida no es un lecho de rosas en ninguna parte. Evidentemente, a una madre no le hace ninguna gracia enterarse de todas las penurias que han pasado sus hijos, pero así es la vida, con sus altibajos. Lo único que importa es que no estamos solos. Hoy os despediré con el corazón rebosante de alegría. Puede que no os vuelva a ver, pero os pido que os apoyéis unos a otros y estéis siempre ahí para los demás, viváis donde viváis.