Los indígenas, pobres y discriminados por el resto de la población, vivían por aquí y por allá en pequeños predios, con sus chozas, unos pocos animales domésticos y huertos de papas, maíz y algunos vegetales. Me pareció una existencia miserable, hasta que los Rivas me hicieron ver que era una manera diferente de vivir; tenían su lengua, su religión, su propia economía, no deseaban las cosas materiales que nosotros valorábamos. Ellos eran la gente originaria de esa tierra; los forasteros, con pocas excepciones, eran usurpadores, ladrones, hombres sin palabra de honor.