Antología

Cada punta

de cada rama es un bosque,

y enfrente de todos ellos,

cruzan, sin detenerse, las mariposas.

Dame tu noche;

el ígneo gesto de tu noche

para entrever.

Dame tu abismo y tu negro espejo.

Hace tiempo que busco entre estas ruinas mi habitación.

peces

de piel fugaz.

Este estupor de seda que se derrama. Pero empezar aquí.

Es hermoso palpar entonces las aguas. El cielo se reconcentra en azules profundos. Los verdes crecen hasta tocarlas.

El canto del gallo
El canto del gallo

soltó su sol

a mitad del cuarto. Las llamaradas

entreabrían la cortina.

También buscan exhibir su impericia
–su violenta soberbia; su impunidad–
aquellos que sin sombra gobiernan.
–Quieren ser como dioses.

Dura sólo un instante
En esta tierra de larguísimas sombras,

el rostro de lo que vive

dura sólo un instante;

y el de lo inerte,

también.

Sobre todo, dice –ahora claramente molesto–,

las que separan

lo que supuestamente es irreal

de lo que, aún más supuestamente,

no lo es.