Will… Papá. Al enterarme de que eras mi verdadero padre, sinceramente, flipé un poco. Tenía la esperanza de que mi verdadero padre fuera de esos hombres sensatos, guapos, con ganas de enseñarme cosas y protegerme y llevarme de viaje y mostrarme lugares alucinantes que le encantaban. Y, en realidad, me encontré con un hombre irritado en una silla de ruedas que…, bueno, se suicidó. Pero gracias a Lou, y a tu familia, a lo largo de los últimos meses he llegado a entenderte un poquito mejor.
»Siempre me dará pena y quizá hasta siga enfadada por no haber llegado a conocerte, pero ahora también quiero darte las gracias. Sin saberlo, me has dado mucho. Creo que me parezco a ti en muchos sentidos, algunos buenos y otros no tan buenos. He heredado de ti los ojos azules y el color de pelo y el hecho de que opine que la pasta para untar Marmite es repugnante y la destreza para esquiar en las pistas negras y…, bueno, por lo visto también he heredado ciertas dosis de tu carácter temperamental (por cierto, eso es lo que opinan los demás, no yo).