No, lo que guardo a usted, buena y hermosa niña, es un amor santo y eterno… ¿quiere usted ser mi esposa, y luego?
–¡Oh! –dijo llorando Pilar–, será mi felicidad; pero hemos hablado largamente, nos hemos extraviado, hemos olvidado el mundo, Nicolás, y estamos hablando cerca de una moribunda…, mi madrina…
–¡Oh, sí, la señora!…
–Mi madrina se muere –exclamó Pilar con abatimiento–; hace dos días que no toma alimento ninguno, su debilidad es muy grande, la fiebre violenta, y todos dicen que no tiene remedio.
Nicolás, al saber esta noticia, inclinó la cabeza lleno de pesadumbre