Para Marx −y casi todos los economistas clásicos− el valor de cambio de una mercancía depende de las horas de trabajo requeridas para producirla. Si un auto vale más que un lápiz es porque el auto requiere más trabajo. La madera y el grafito necesarios para hacer lápices podían intercambiarse por el acero y materiales para hacer el auto, pero en cantidades diferentes. Por ejemplo, una tonelada de madera y grafito tendría el valor de cambio de media tonelada de acero y los materiales propios del auto. La pregunta es ¿de dónde surge esa relación de cambio? ¿Qué es lo que tienen en común todos estos commodities −materias primas−? La respuesta para Marx es el trabajo. Si una tonelada de madera y grafito cuesta la mitad que una de acero y otros materiales, es porque tiene la mitad de horas de trabajo incorporada en su producción. Si el auto, por tanto, cuesta mil veces más que el lápiz es porque tiene, digamos, mil horas de producción contra el lápiz que solo tiene una hora incorporada. El valor de cambio entonces, lo agregan las horas de trabajo.
Ahora bien, si el trabajo fuera realmente la fuente del valor de todos los bienes transados y el capitalista pagara a los trabajadores el total de ese valor creado por ellos, entonces el capitalista no obtendría ganancia alguna. Si vende en diez un producto, significa que esos diez son el valor creado por el proletario y, por tanto, al pagar la totalidad, el capitalista no ganaría nada. Pero el hecho es que, el capitalista sí obtiene ganancia, lo cual requiere una explicación. Según Marx, los obreros venden su trabajo a cambio de dinero. El trabajo es, desde esta perspectiva, un bien de intercambio limitado en cantidad como el hierro, el trigo, el cemento o cualquier otro commodity en el mercado. Por lo tanto, así como la cantidad de acero disponible en la economía, depende de la cantidad de trabajo aplicada para producirlo, la cantidad de este commodity, llamado fuerza de trabajo, depende al mismo tiempo, de la cantidad de trabajo requerida para mantenerla. Todo trabajador necesita alimentos, ropa, vivienda y muchas otras cosas para sostener su fuerza de trabajo. Los obreros usan el dinero que reciben para pagarlas. Esto significa que cada hora de producción genera un valor para el capitalista y un costo equivalente para el trabajador, pues este último debe invertir en alimentos, ropa y todos esos factores para mantener su capacidad productiva. Pero si el capitalista vende el trabajo aplicado del obrero en diez, la única forma que tiene para ganar dinero, es pagarle al trabajador menos que el valor que él mismo creó, digamos siete.