Cuerpo

mi cuerpo aprendió a cargar piedras dentro que impiden que engendre.

No deseo el vientre hinchado ni los latidos de otros en mí,
aunque mamá pida nietos

No sé decir: perdí a mi hermano

No sé contar la vida después de la ausencia.

¿Cuánta vida cabe en una espera?

Si moría antes, antes de ti, quiero decir, esa sería mi ganancia.

Lo vulnerable es vivir en un armario de cuerpos, de fosas
clandestinas: este país: un armario de desaparecidos,
desmembrados, desollados, mutilados, asesinados.
Es cargar todos estos duelos en el rostro, los susurros en la orilla de las cosas. Es dormir en esta ruina desde el dos mil diecisiete.

Lo vulnerable es ver a padres morir por esperar a sus hijos,
escuchar a otros preguntar por sus familiares,
a otros más morir por buscarlos.
Verme a mí desaparecer con cada búsqueda.

Yo soy este cuerpo de escritura: formado hace veintiséis años.
La que huyó en dos mil dieciocho de casa para sobrevivir.
Tu hermana. La que te buscó.
A quien le dijeron que debía buscar tu cuerpo desaparecido.
¿Y cómo encontrarlo?

Desaparecieron el cuerpo. Lo que escribimos. Los pasos, los cumpleaños, cada entonada con la que mamá te arrulló antes de dormir.
Desaparecidos los gestos. Una caminata larga: buscar el interruptor en la oscuridad. Exorcizar el pensamiento repetido. Pensar que sí, que te íbamos a encontrar. Pensar en colectivo. Yo y muchos que también buscarían. Encontrar, aunque sea un hueso, tela de ropa, un diente, algún zapato en la carretera. Venderlo todo, si era necesario.

Morir es natural. Es un acto que repetimos a diario.
Morimos todos los días un poco. Cerramos los ojos. Practicamos el silencio pero aparece el sueño, la respiración, y al día siguiente estamos fuera de la cama.
Morir siempre tiene una explicación.

l peso de mi cuerpo cayendo al piso.