De ausencia

o no hago juego con nada, ni con los muebles ni con el amor, en realidad soy un gran desperdicio”

Hay una niña muy viejecita que se llama Ausencia. Ha hecho siete viajes y siete naufragios, el primero en el huevo de un águila, el segundo en la espalda de una ballena, el tercero bajo la axila de un gigante, el cuarto en el ataúd de una mujer, el quinto llevando a cuestas a un anciano, el sexto saltando la línea equinoccial para naufragar otra vez en el pico de la montaña en donde se refugió el político Adán, y el séptimo columpiándose en la trompa de un elefante de agua de tierra caliente y con proclividad al catarro. Eteis veces penalidades y salvación.

Soy dique, maletín, dilapidación, recelo, despilfarro, calamidad, amargura, tormento, aflicción, ofensa, perjuicio, notoriedad, auge, boga, contienda, atisbo, síntoma, exclusión, coz, no remedo, no calca, no porfía.

Las señoritas Imperio decían que una mujer debería ser hija esposa y madre, tú nomás eres hija de la mala, te envidian los demás en el lugar común.

En la vejez, descubre que nació para la cama, el libro, el pitillo y la dormida.

ya regresó la hija de todas las puterías de la tierra madre en donde la parieron, hija de la mala madre que se exprimió al inocularle el resuello de la puerca vida. Furris del alma, bonita que ni qué por las afueras…

Tengo tanto miedo, Ene. ¿Qué día es hoy? ¿Qué año? ¿Te fijas que no sé ni madres del orden de las cosas? Razas, marcas, fechas, fichas, edades, nombres, caras, voces, instantes, también se me agostan y se me reborujan, ha de ser por eso que no me arrugo, sólo que sea por eso, la ausencia del tiempo ¿no? y de la lógica hasta en la gramática; sufro como una perra en la miseria, incapaz de aprender los cuentos o aprehender la contada.

Lo que pasaba con Ausencia era que por primera vez –si hay en las vidas una primera vez, si no lo que hacemos lo repetimos como vicio de células que nos recorren la costumbre, ordenamientos de la sangre de otra sangre de otra sangre– estaba cansada. Había decidido no envejecer y su piel obedecía a la orden no estropeándose ni siquiera en los campos más preciados al ataque:

–Te podría contar largo y tendido una vida hermosa porque nunca me faltó el derrame, lo que pasa es que las mujeres cronistas de sus coitos el cincuenta por ciento los inventan, y las reservadas son las de adeveras cameras. Yo mi vida se la novelo a mis amantes nada más, y a su manera y estilo, haciéndola a su imagen en el “cuéntame, Ausencia”, saben lo que quieren saber. Es distinto con las mujeres, a ellas los relatos de las congéneres no les llegan porque tienen los suyos propios

–Es que acostarse con un hombre no vayas tú a pensar que es lo que se llama cosa de otro mundo. Todas las mujeres nos echamos a la cama con la facilidad que los hombres proclaman pero no les consta. Nos gusta sentirlos aquí abajo ¡ah, cómo me gusta!, pero no pasa de eso, un hacer lo que le corresponde a quien así lo ha decidido. Lo malo es el recordadero, el maldito encimamiento de lo que te ocurrió antes, allá hace mil años… no me acuerdo.