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Sarah Orne Jewett

La tierra de los abetos puntiagudos

  • Daiyahas quoted3 years ago
    Nada tiene que envidiar al placer de la búsqueda del oro la satisfacción que uno experimenta al encontrar la riqueza escondida bajo un buen sembrado de patatas.
  • Dianela Villicaña Denahas quoted3 years ago
    nos dirigimos mar adentro para doblar el alargado promontorio del cabo que nos había dado cobijo, y cuando miré atrás de nuevo, las islas y el mismo cabo ya eran uno y Dunnet Landing y todas sus costas habían quedado fuera de mi vista
  • Dianela Villicaña Denahas quoted3 years ago
    pequeño pueblo, con los altos mástiles de sus goletas varadas en la bahía interior, destacó sobre la línea del mar durante algunos minutos y después se volvió a fundir en la uniformidad de la costa y ya no se podía distinguir del resto de aldeas que parecían desgranarse sobre el verde confuso de la pedregosa playa
  • Dianela Villicaña Denahas quoted3 years ago
    Vi que era el viejo Elijah Tilley y pensé en todo el tiempo en que habíamos sido unos desconocidos hasta que nos convertimos en buenos amigos
  • Dianela Villicaña Denahas quoted3 years ago
    Justo entonces, mientras contemplaba las praderas, a lo lejos llegué a ver a la señora Todd, caminando despacio por la vereda junto a la playa que llevaba hasta el puerto. A tanta distancia se pueden distinguir las grandes cualidades positivas que conforman un carácter. De cerca, la señora Todd parecía una persona capaz y cariñosa, aunque absorbida por el ajetreo de sus actividades, pero aquella figura en la distancia parecía única y atrayente, tenía algo especial que le daba un extraño aire de seguridad y misterio. De tanto en tanto se detenía para recoger algo, quizá su poleo favorito, y finalmente la perdí de vista mientras cruzaba lentamente un claro en una de las cimas más altas, para desaparecer enseguida detrás de un oscuro grupo de enebros y abetos puntiagudos
  • Dianela Villicaña Denahas quoted3 years ago
    Al volver a entrar, la casita me pareció muy solitaria y mi habitación estaba tan vacía como el día que llegué. Todas mis pertenencias y yo misma habríamos desaparecido en unas horas y podía imaginar la cara de la señora Todd cuando regresara y descubriera que su inquilina se había ido. Así morimos ante nuestros propios ojos; así vemos algunos capítulos de nuestra vida llegar a su fin natural
  • Dianela Villicaña Denahas quoted3 years ago
    No podía marcharme de esa manera, así que salí corriendo para decirle adiós, pero al escuchar mis pasos apresurados tras ella, sacudió la cabeza y me hizo un gesto con la mano, sin mirar atrás, y siguió caminando calle abajo
  • Dianela Villicaña Denahas quoted3 years ago
    Ya me perdonará si no bajo hasta el embarcadero y me quedo hasta que se vaya —me dijo, en un nuevo intento de hacerse la dura—. Es que tengo que ir y preguntar por la señora de Edward Caplin; es su tercer ataque y si mi madre viene el domingo querrá saber cómo está
  • Dianela Villicaña Denahas quoted3 years ago
    la tranquilidad de una vida sencilla es suficiente encanto para compensar lo que le pueda faltar, y las recompensas de la paz no pueden valorarlas quienes viven en el fragor de la batalla
  • Dianela Villicaña Denahas quoted3 years ago
    Hubo un tiempo en el que ni siquiera sabía por dónde pasear, y ahora tenía tantas cosas interesantes que hacer como si estuviera en Londres. Me apremiaban mis múltiples compromisos y los días pasaban volando como un puñado de flores arrastradas por la brisa del mar
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