La mujer: Sus tensiones y depresiones

La mujer debe aprender a estimarse de la forma en que Dios la estima y debe comprender que tiene valor y dignidad independientemente de la labor que realice, independientemente de su cultura, educación o condición social. Toda mujer debe comprender que Dios no la ama por lo bella, delgada que es o por las cosas que tiene, sino por los talentos y dones que Él le regaló en el momento de su creación y que ella debe desarrollar para lograr su realización.

De acuerdo a la instrucción bíblica, la autoestima saludable está basada en la confianza de que fuimos creados por Dios y que pese a nuestra naturaleza pecaminosa, cuando tenemos una relación saludable con Cristo, somos restaurados a una nueva vida. A pesar de un pasado oscuro o pecaminoso, los hijos de Dios podemos vivir un presente saludable pues estamos equipados con el poder del Espíritu Santo y tenemos la Biblia que nos instruye para saber vivir conforme a los principios y valores divinos.

Lamentablemente aprendemos a medirnos por las ideas y pensamientos de otros cuando debemos medirnos por lo que piensa el Dios que nos creó.

Quienes amamos a Dios debemos pensar diferente. Quienes creemos en Dios y que somos criaturas creadas por Él para su gloria y con la capacidad de vivir realizados, debemos creer que la estima que tenemos no proviene de lo que la gente piensa de nosotros, sino de lo que nuestro Creador piensa al respecto.
Tristemente aprendemos a medirnos por los estándares de la sociedad más que por los del Dios creador de nuestro potencial y nuestra habilidad.

Los padres que no disciplinan a sus hijos cometen el grave error de motivarlos a tener un más alto concepto de sí que el que deben tener. Los padres que actúan como tiranos motivan a sus hijos a creer que no tienen valor y dignidad. Toda influencia extrema es errada pues abre el camino para que adoptemos una actitud desequilibrada.

Los esposos preparamos un mejor ambiente para evitar las tensiones de la esposa que amamos cuando no solo damos órdenes sino que somos modelos de orden y servicio ante los hijos que lideramos.

Una mujer no puede sentir que tiene valor y dignidad si el hombre que dice amarla no se identifica con ella, no la comprende, no la apoya, ni demuestra con sus palabras y acciones que la ama de verdad. La mujer siente que tiene valor cuando su esposo la apoya en sus labores diarias y las duras tareas del hogar. Una mujer se siente realmente amada, si él la consuela cuando está triste y la corrige con amor, firmeza y respeto cuando después de evaluar sabiamente la situación se da cuenta de que está equivocada.

Estoy convencido de que ningún padre comprenderá la extraordinaria y difícil labor de una madre solo observando su responsabilidad y dedicación momento tras momento. Los padres comprenderemos mejor la labor que ellas realizan cuando con una buena actitud y mucha paciencia, realicemos tareas que les corresponden a ellas en forma regular y las apoyemos en forma eficiente, bien organizada y con excelencia.

El sacrificio de una mujer responsable es indescriptible y en mis estudios he notado que la tensión que produce preocuparse por las actividades del hogar y, además, por las necesidades de sus hijos y esposo sobrepasa mi habilidad de describirla.

Nosotros pensamos como hombres y ni siquiera podemos comprender nuestro mundo en su totalidad, mucho menos entendemos en forma natural un mundo tan distinto y tan emocional. El mundo de la mujer no es idéntico al del hombre y para conocerlo se necesita un hombre dispuesto a dedicar tiempo a ella y a investigar sus sentimientos y el mundo que la rodea. Es necesario que comprendamos sus sentimientos, sus angustias, sus preocupaciones, sus debilidades, sus fortalezas, su pasión. Debemos discernir qué la decepciona, qué aumenta su autoestima, qué la destruye emocionalmente y qué aumenta su estima regularmente. Debemos conocer cómo animarla, cómo evitar su decepción y cuándo es necesario saber realizar una buena confrontación. Para comprender el mundo de una mujer necesitamos poner atención a las situaciones que enfrenta y las emociones que por ser mujer experimenta. Debemos examinar sus vivencias como dueña de casa, como madre, como esposa, como parte del sistema laboral y tratar de comprenderla y apoyarla para que viva una vida realizada y normal.
Creemos conocer el mundo de nuestras esposas por el solo hecho de vivir con ellas, pero la verdad es que podemos estar juntos, aunque no unidos y podemos convivir por años superficialmente, pero nunca conocer a nuestras esposas íntimamente