Los personajes, ya lo hemos visto, se retratan a través de sus palabras. Y deben hablar de acuerdo a lo que son: su temperamento, su sexo, su oficio, su estatus social... No hay nada más plano y poco estimulante para el lector que un diálogo en que todas las voces parecen la misma. En cambio, cuando estas voces poseen su propia personalidad, no cuesta nada construir en la imaginación al personaje: