Estas enseñanzas, conocidas en Occidente como budismo, pero para las que utilizaremos el término tradicional “Dharma”, han sido, durante siglos, una gran ciencia mental y espiritual y, por tanto, han establecido un camino trillado para cultivar la mente y el corazón (ambos aspectos, mental y emocional, están incluidos en el término budista “citta”), conduciendo a su desarrollo en aquellos que desean practicar meditación. Este patrimonio espiritual debe ser utilizado en provecho del ser humano.