carpintero escupió en el suelo y dio un golpe en la mesa:
—He hecho la promesa de no bajarle las bragas a mujer pasada por el altar. Además, me asustan los cuernos. Una vez amanecimos en Argostoli con La Suprema. El cocinero estaba degollando unos carneros y arrojaba los cuernos al mar. Uno cayó en una barca. El barquero lo cogió, lo observó detenidamente y preguntó al de la barca de al lado: «Eh, Luretsos, ¿qué diablos es esto?».
»No había tenido tiempo de responder cuando comenzó a caer sobre la barca una lluvia de cuernos. Luretsos, haciendo bocina con las manos, gritó: “No es na, Sigondo. Na, que el capitán y la tripulación se están peinando, na más”