Lo besé tanto con la intención de que su sabor se impregnara en mis palabras, lo tomé de la cabeza y lo llevé a mi corazón, su respiración marcaba el ritmo del mío y por un momento no pudimos estar más juntos. Éramos uno en medio de la oscuridad de la sala de cine. Su sabor, su suavidad, su silencio y sus sonidos, venían hacía mí una y otra vez, yo los atrapaba y los transformaba en míos.