Era una de las cosas que hacían tan especial a Hailsham –dijo en cierta ocasión–. Lo mucho que se fomentaba la valoración del trabajo de los demás.
–Es cierto –dije yo–. Pero a veces, cuando pienso en los Intercambios, hay muchas cosas un tanto extrañas. La poesía, por ejemplo. Recuerdo que se nos permitía presentar poemas en lugar de dibujos o pinturas. Y lo extraño del caso es que a todos nos parecía bien, que tenía sentido para nosotros.
–¿Por qué no iba a tenerlo? La poesía es importante.
–Pero estamos hablando de escritos de gente de nueve años, de versitos raros, con faltas de ortografía, en cuadernos de ejercicios. Nos gastábamos los preciosos Vales en un cuaderno lleno de esos versos en lugar de en algo realmente bonito que decorase lo que veías desde la cama. Si teníamos tantas ganas de leer los poemas de alguien, ¿por qué no nos conformábamos con pedírselos prestados para copiarlos en nuestro cuaderno cualquier tarde? Pero ¿te acuerdas?, no era así. Se acercaba un Intercambio y nos sentíamos divididas entre los poemas de Susie K. y aquellas jirafas que solía hacer Jackie