Mauro Libertella

–Vivimos cosas terribles juntos, y esa experiencia siempre nos va a juntar.

La muerte como el hilo dorado que enhebra dos vidas.

Llamar y cortar, además, era mandarle un

mensaje, era decir soy yo, acá estoy, pienso en vos, pero sin exponerse a decir todo eso. Era una contraseña, un guiño. Era también un acto de cobardía.

Hay síntomas que se leen solo mucho tiempo después, si es que alguna vez se terminan de interpretar.

En apariencia, la normalidad; por dentro, un incendio, una masacre. Todos mis esfuerzos estaban puestos en que ese alud no agrietara el muro sobre el que se apoyaba mi vida cotidiana.

Ella quedó herida, hubo un daño ahí.

Nunca dejé de querer a mi novia, nunca dejé de pensar que con ella había una vida posible, una forma feliz del futuro, y me consta por conversaciones que Leticia también tuvo siempre, por su pareja, esos mismos sentimientos. Lo nuestro no anulaba lo otro.

Era una noche húmeda de primavera y nos juntamos a escuchar por primera vez un disco que

nos había recomendado. Era Funeral, el primero de Arcade Fire,

Nadie tiene el control pleno de lo que escribe ni de lo que dice. La vida personal se filtra siempre, aunque en apariencia estemos hablando de otra cosa.