Fausto le entregó su alma al diablo para poder, extasiado, exclamar: “¡Détente instante, eres hermoso!”. Yo, que soy una desalmada sin infiernos y sin cielos, sin dios monoteísta que me persiga con su ojo vigilante y su porvenir elegido, pido a los dioses, creadores del tiempo; palabras. Yo, que he sido piedra que se rompe, jade que se quiebra, cuerpo tatuado por Otros, sombras y queridos, pido a los dioses me llenen de flores y cantos.
Tránsitos, nada más pero tampoco menos