Ken Bugul

A veces era como si todo lo que había aprendido en África, o casi todo, me fuera inútil. Afortunadamente, vuestra familia paterna me aceptó enseguida con los brazos abiertos.

Mientras,
Helena nos viste
para ir a la escuela.
Su marido le contagió de sida.
El mismo destino de
tantas mujeres de camioneros
y de mineros

Yo era muy joven en esa época y no insistí en saber lo que veía.
¡Ah, cómo me arrepentiría más tarde! ¡Padre era un pozo de sabiduría y de experiencia!

Hay un montón de sentimientos, de resentimientos múltiples que nadie puede expresar, y aún menos describir. Yo creo que nunca expresamos del todo lo que ocurre en nuestro interior. Es algo que nos supera.

No hay que recoger el fruto del baobab hasta que no tenga este color oscuro.

La madre estaba exasperada:
–¡Ah, estoy harta de ti! Ven a ayudarme. Enciende el fuego y trae el caldero.

¡Ah, Dios, qué habré hecho yo para merecer una niña que no sirve para nada! Se pasa el día corriendo con los chicos del pueblo, cazando pájaros y ratas salvajes

Vamos, muévete, pedazo de perezosa.

Pero madre, no veo nada, no hay nada –alcanzó a decir Codou.
–Tu corazón es tan maligno..

Que corra la voz para que las literaturas africanas en femenino ocupen el espacio que merecen.

Marina M. Mangado