Lawrence Weschler

Megaloponera foetens o, más comúnmente, la hormiga hedionda.

Esta gran hormiga —una de las pocas capaces de emitir un grito audible para el oído humano

La memoria, para Sonnabend, era una ilusión. Olvidar, no recordar, era el inevitable desenlace de toda experiencia. Desde esta perspectiva, como él explicaba en la introducción de su recia obra maestra: «Nosotros, todos los norteamericanos, condenados a vivir en un presente eternamente fugaz, hemos creado la más elaborada de las construcciones humanas, la memoria para amortiguar el dolor intolerable que nos produce el ser conscientes del irreversible paso del tiempo y de la imposibilidad de recuperar sus momentos y hechos»

Bueno, ¿qué clase de cosa le parece a usted?». Era igual que el psicoanálisis. El museo permite que se dé este maravilloso campo de proyección y transferencia. Es como un museo, una crítica de museos y una celebración de museos… todo junto.

Bueno, ¿qué clase de cosa le parece a usted?». Era igual que el psicoanálisis. El museo permite que se dé este maravilloso campo de proyección y transferencia. Es como un museo, una crítica de museos y una celebración de museos… todo junto.

Jurásico infecta al visitante con dudas —pequeñas cosquillas de dudas— que luego continúan contaminando todos sus demás encuentros con lo culturalmente sacrosanto. (Así, por ejemplo, otro crítico, Maria Porges, en una ocasión señaló que «Wilson satiriza perfectamente las cansinas, pedantes, cualidades de “autentificar” el saber. Las abundantes notas a pie de página y referencias y paneles didácticos son ciertamente ficticios,

Muy astuto y, sin embargo, al mismo tiempo completamente sincero.

Sin embargo, desde esta distancia, es posible percibir cierta continuidad entre aquellos primeros filmes y la más reciente encarnación de la vocación de David. Está la fascinación por los efectos y el equipo óptico, naturalmente. Pero, más importante aún, está el sentido de fascinación en sí mismo. Solo que, mientras en sus películas era casi la forma misma lo que hipnotizaba, posteriormente él ha sido capaz de conseguir ese mismo nivel de dejar a la gente magnetizada, clavada de asombro, a través de la manipulación del contenido.

Que eso continúe mes tras mes no es la menor de sus maravillas. «El museo existe contra todas las probabilidades —me comentó en una ocasión David—. Ninguna organización apoya esta aventura… Está hecho de humo. Solicitamos subvenciones, y hemos conseguido unas pocas, pero la mayoría de las agencias que pueden dispensar subvenciones francamente no saben qué hacer con nosotros, no encajamos con las categorías tradicionales.»

Entonces se inclinaba sobre su microscopio y realizaba sus intervenciones entre dos latidos del corazón… Trabajaba a una escala tan infinitesimal que podía reconocer los movimientos de su propio pulso en la vibración de los instrumentos que estaba usando.»