Cuando se vive tanto tiempo como los vampiros no tiene caso estudiar una carrera universitaria para conseguir un trabajo a los veintitantos años como contador, abogado o proctólogo. Tampoco tiene caso apresurarse a obtener un sueldo, un aguinaldo, un crédito para una casa con jardín. No, no hay ninguna prisa cuando se tienen por delante tres o cuatro mil años para decidir qué se quiere hacer en la vida.