Las ideas ilustradas lesionaban los intereses de dos clases privilegiadas, aristocracia y clero, justificados hasta entonces por la existencia de un Dios que delegaba sus paternales funciones en los monarcas y en la Iglesia (Altar y Trono). La razón esgrimida por los ilustrados ponía en duda incluso la propia existencia de ese Dios tan arbitrario.