cuarto no está lleno de aire, está lleno de perfume barato. Y es ese perfume el que tiñe de gris las paredes, devora el oxígeno, atomiza la luz y se cuela en tu cerebro segundo a segundo, a través de tus poros y tus ansias, para hacer que tus ideas hiedan y tus conceptos se flagelen y tu sentimiento de culpa se entregue al onanismo infinito. Creías habitar un cuarto y es el cuarto el que te habita a ti. Creías ser fuerte, muy fuerte; creías tenerlo todo controlado, pero no puedes evitar que los caballos se desboquen cada noche y te pisoteen hasta hacerte llorar.