Mark Tanner

«El hecho de que la respiración no tenga nada que ver con el modo en que un pianista genera el sonido no significa que no tenga un efecto en su capacidad para hacer música».

«El hecho de que la respiración no tenga nada que ver con el modo en que un pianista genera el sonido no significa que no tenga un efecto en su capacidad para hacer música».

Aunque la mayoría nos consideramos personas observadoras, estoy bastante convencido de que percibimos nuestro entorno principalmente con los ojos, y en parte con el sentido del olfato; a menudo, tenemos las orejas tan solo como unos reticentes apéndices, o como un lugar muy cómodo en el que engancharnos las gafas. Tal vez oigamos, pero ¿de verdad estamos escuchando? Nuestro oído tiene un ancho de banda considerable y, aun así, no se nos suele ocurrir sintonizar; igual que con nuestro mejor mantel, solemos guardarlo para las ocasiones especiales.

La música, cualquiera que sea la forma con la que más dispuestos estemos a vibrar, sigue siendo un recurso humano incomparable y, aun así, para conmovernos tenemos que ser conmovibles. La disposición a ser receptivo va de la mano de una especie de vulnerabilidad; el riesgo quizá de oír algo que nos desagrada o nos molesta.

Escuchar con intención no consiste solo en concederle dignidad a alguien (o a algo), sino en nuestra manera de abrazar cada momento fugaz y de disfrutar del hecho de estar vivos.

Experiencias tan peculiares como esta me recuerdan que la belleza depende del oído con que se escucha; la clave para redescubrir nuestro universo musical es simplemente mantener los oídos conectados y seguir abiertos a la posibilidad de algo nuevo.

Nos gusta nuestra música preferida por aquello que es capaz de revelarnos sobre sí misma, pero también por su capacidad para arrancarnos sensaciones que deseamos revivir

Por descontado, tener la piel un poco más gruesa nos puede ayudar en ocasiones, pero no me cabe duda de que no hay virtud ninguna en ser impenetrable

Según una investigación realizada para el periódico The Guardian, la esperanza de vida en Gran Bretaña se incrementa actualmente a un ritmo de cinco horas cada día. ¿Qué vas a hacer tú con tus horas? Piensa en la música que podrías escuchar, el tiempo que podrías dedicar a aprender a tocar un instrumento o a quedarte sentado sin más en el jardín, en silencio, con una taza de té y un melodioso zorzal con el que disfrutar.

Ciertamente, la renuencia a desprendernos del pasado no nos dice nada sobre nuestra disposición a lanzarnos con confianza hacia nuestro desconocido futuro. La nostalgia no es, ni mucho menos, un defecto de los frágiles ni de quien carece de ambición.