A los siete años, Cacique también manifestó el deseo de desarrollar sus dones musicales. Después de todo, si Martha tenía talento, ¿por qué no él? ¿No tenía derecho él también a disfrutar de la atención exclusiva que le dedicaban a su hermana? Estudió sin descanso la sonata llamada “fácil” de Mozart, y un día se la tocó a Martha. La ejecutó trabajosamente, con vacilaciones, pero con las mejillas rojas de orgullo. Como respuesta, Martha se puso de espaldas al teclado, estiró los brazos hacia atrás y tocó la misma sonata sin una nota falsa. Humillado, Cacique no se acercó nunca más a un piano en toda su vida.