«A Viena llegué semiinconsciente de angustia y agotamiento, en cambio a Gmünd, sin saberlo, tan tonto era yo, perfectamente seguro, como si nunca pudiera volver a ocurrirme nada; llegué como el dueño de la casa». Kafka se expresa aquí de modo enigmático, como tantas veces, pero todo puede haber contribuido: frustración sexual, distanciamiento entre ambos…