Quienquiera que esté dispuesto, en la persona de sus ancestros, a rechazar el asalto del mar, a secar las tierras, a dejarse gobernar durante la Edad Media por borgoñones, a trocar, ya en el amanecer de los tiempos modernos, ducados y condados por un conjunto de provincias y a federar éstas en una República de los siete Países Bajos unidos; quienquiera que tenga a bien guerrear contra España durante ochenta años, colonizar un archipiélago del otro extremo del mundo, defender unos cuantos restos de monopolio librando batallas navales con los ingleses (pueblo que, siglos después, conserva la amargura de cada derrota bajo forma de expresiones como «double Dutch», «Dutch uncle» o «going Dutch»1; quienquiera que desee, Bátavo resucitado, dejarse