Ven aquí, querida —la interrumpió la anciana dominada por los temblores—, y dame un beso de buenos días. Aún no lo has hecho, ¿sabes?, y debemos mantener los buenos modales, ¿no crees?, ya que vamos a vivir juntas. Además, Milly —y le tendió las trémulas manos—, quiero bendecirte, cariño