Atados a una estrella

Curiosamente, estando ya en la carrera, me di cuenta de que Lucero era la que menos ayuda necesitaba. Éramos nosotros, los que estamos a su alrededor, los más necesitados, los más confundidos y los más tontos.

Además, yo no me atrevía a decirle a nadie lo que sentía.

acaricié el pelo y le dije que

—No, Alelita, no... —respondió muy seria—, e que tú no sabes; Méchico e Méchico y Chuacán e Chuacán.

Aunque el plan sería venir lo más seguido posible y llevárnosla con frecuencia, pero ya no sería lo mismo; Michoacán no está a la vuelta de la esquina.

—Mi muchachita —me decía—, es normal que ahorita todos estén al pendiente de tu mami y del bebé que va a tener, ¿no ves que las mamás que están esperando y los bebés que están en su pancita necesitan muchos cuidados?

va a tener, ¿no ves que las mamás que están esperando y los bebés

empezó a brincar de gusto.

Cómo puede una persona, aparentemente tan frágil, ser tan importante y darle a la vida de los demás un sentido tan especial?

que más nos angustia es imaginar nuestra vida sin Lucero.