William Hogarth, pintor muy respetado, con rasgos de genialidad en campos que no son los que ahora nos ocupan (pero que me tienta mencionar aquí: sentó la teoría de que el gusto general del ser humano por la línea ondulada, para él la línea de la belleza, proviene del comportamiento biológico: la bestia huye en zigzag y el cazador hace lo mismo al perseguirla), exhibió por entonces una serie de cuatro grabados costumbristas que representaban dramáticas escenas de torturas a animales, con lo que logró sensibilizar al menos a una parte de sus contemporáneos: Lord Erskine llevó por primera vez el tema al Parlamento.