4 Non Blondes

Vas a la cocina y te haces un caldo de cuadritos, de esos peligrosísimos según los nutricionistas porque están llenos de glutamato monosódico, y le pones dentro lo que encuentras, o sea, la ensalada de verduras de ayer y nada más. Te gustaría que alguien te hiciera una sopa, calientica y anaranjada, de esas en las que se zambulló por unos minutos un enjuto pedazo de pollo, que luego de cumplir con el deber de darle sabor y añadirle un poco de grasa, continuó su camino y se convirtió en otro plato. Pero la sopa pertenece a La Habana, donde todo es distinto. Hasta la lluvia

Una vez en la nueva luneta, justo delante de la anterior, Violeta pensó que estas gentes eran muy extrañas. Pedían favores como si dieran órdenes y luego eran exageradamente ceremoniosos.

Al final, te preguntas si tus mejores y más cálidos sentimientos están mohosos o si ya se ahogaron.

Dicen que el astro rey es importante para el alma, que provoca felicidad y optimismo. Y que aporta vitamina D, la que fija el calcio, porque eso de las bondades de la leche y el yogurt sin el añadido del pródigo sol es una mentira de los gremios lácteos, que abarcan desde los propietarios de las vacas hasta las cajeras de los supermercados.

Empiezas a distinguir los primeros compases de esa sinfonía del toc toc del gotascaen, que a veces será potente, otras finísimo, pero entre uno y otro se extenderá un largo y monótono llover, y lloverá tanto que se te olvidará que hay días sin lluvia y ni te acordarás de que existe el sol.

Sales a la calle. Aquí la lluvia no es coartada para faltar o llegar tarde a ninguna parte. El primer mundo no sería tal si funcionara solo con el buen tiempo.

—Aquel grupo que ves allá —continuó explicando de modo confidencial— pinta las flores; se creen artistas, hasta se autoproclaman impresionistas, son todos mediterráneos, poco organizados y creen siempre en la inspiración, en vez de en la constancia.

Dieter podía sobrevivir sin el mar y Vivian fue perdiendo el interés por la mágica nieve.

Violeta tuvo ganas de decir simplemente que no. Que estaba en su país, en su ciudad, en su teatro y en su butaca.

Se despidieron como si él nunca le hubiera revelado en versos que la amaba, como si ella nunca hubiera pasado la noche antes de la partida vaciando su alma en una carta que no le entregó.