En los siete años que duró la vida artística de Yves Klein (Niza, 1928-París, 1962), que van desde su primera exposición en 1955 hasta el año de su muerte, este experto yudoca tuvo tiempo suficiente para cambiar las cosas. Con la actitud de un preclaro prestidigitador, puso a la vista del público sus múltiples invenciones (los monocromos, la escultura de fuego, la pintura antropométrica, la arquitectura de aire, el vacío, las esponjas, etc.) como reclamos para seducir a la experiencia del mundo en una dimensión perfeccionada. Del color, el principal objeto de su obra, dijo: «Es lo que más se sumerge en la sensibilidad cósmica».