Sóniechka

Amaba a las mujeres y no se privaba de su compañía; había bebido abundantemente de ese manantial inagotable, pero preservaba con cautela su independencia, pues temía convertirse él mismo en presa del elemento femenino, que es tan paradójicamente generoso con los que toman de él y tan destructivamente cruel con los que dan.

que nunca en su vida se había implicado en ningún romance amoroso con damas, y por esa razón sospechoso de vicios más interesantes,

No fueron los intereses femeninos de su madre ni las consideraciones de orden moral lo que turbó a Tániechka

Es justo que tenga a su lado a una mujer joven y bella, suave y delicada, igual de excepcional y extraordinaria que él, y con qué sabiduría la vida le ha enviado en la vejez este milagro, que lo ha impulsado a volver a lo más importante para él, su arte...», pensaba Sonia

había omitido algunos detalles: la deportación de la madre, el comercio barato de su cuerpo infantil, la costumbre arraigada de cometer pequeños hurtos...

Solo una semana después de su precipitado matrimonio, Sonia descubrió algo terrible de su marido: era totalmente indiferente a la literatura rusa, la encontraba vacía, tendenciosa e insoportablemente moralista.

Seguía pensando que no era digna del amor de su marido si no podía darle más hijos

Abrazaba la espalda ancha de Sonia, la apretaba con celo contra él, y ella desfallecía bajo el doble peso de aquella insoportable felicidad

En cuanto a ganar... Tú y yo siempre estaremos en el bando de los perdedores, poco importa quiénes sean los monstruos que ganen

impresión que corroboraba el insaciable ardor conyugal de Robert Víktorovich