Mientras en Francia Jacques Chirac veía caducar su mandato, en España, el dieciséis de abril de dos mil cuatro, el socialista Rodríguez Zapatero ganaba las elecciones generales y juraba su cargo de presidente de Gobierno.
Treinta y seis horas después de las rituales felicitaciones y las consabidas buenas intenciones de entendimiento, además de una leal colaboración en materia antiterrorista, el ilustre francés, esperanzador, comenta: Este me tiene que sacar del aprieto.
Chirac tiene que resolver el asunto sin dilación. En el último encuentro, apenas hace unos meses, le dijeron: Antes de que abandones el sillón, queremos lo nuestro –camino de la puerta el emisario hizo hincapié-: cuida tu familia.
El encargo, que provenía de los tiempos de Giscard d'Estaing, venía endosándose de mandatario en mandatario sin que les preocupase en absoluto su resolución… Pero llegaron los normados al principio de la novela, en la nota preliminar que abre esta historia pura ficción, y se pusieron manos a la obra.
En consecuencia: otros hicieron el trabajo.
Tres componentes de la policía científica de Barcelona emprenden el camino en busca e la información requerida por los franceses.
En esta misión se desarrolla la novela, en la que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
