Resumiendo: desde las épocas más remotas se ha visto la guerra (de uno u otro tipo) no solo como inevitable y buena, sino como la forma normal y más estimulante de acción social llevada a cabo por la humanidad civilizada, siendo el librar guerras el placer y el deber de los reyes. Un monarca que no se prepara para entrar en guerra sería, según esta forma de pensar, un loco, un «tigre de papel».