Como el mono de Kafka, reconozco como miembro de la academia los actos de amaestramiento y sometimiento propios y extraños que las instituciones académicas exigen no solo de los científicos, sino que también ejercen sobre los sujetos de la investigación. Como el mono de Kafka, llevé una vida en el escenario de los ensayos, que hacía necesaria, junto con la observación de otros, una observación continua de mí misma, y realicé una multitud de salidas a escena que fueron más bien ridículas y solo a veces exitosas