Hay parejas que son como una cuchara y un tenedor: si los separas, siguen teniendo utilidad. Otras, en cambio, son como un par de calcetines; si se pierde la pareja, el que queda deja de tener sentido. En el mejor de los casos, acaba inútil en un cajón, soñando con la milagrosa aparición del otro para volver a ser algo. En el peor, termina en la basura rodeado de mondas de mandarina. Todos sabemos lo que jode encontrarte un calcetín desparejado. Pues más aún serlo.
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