El futuro se nos presenta con una evidencia tan aterradora, que nuestras mejillas palidecen y nuestras manos sudan. Y, sin embargo, nuestra boca permanece muda para la protesta. Y no es que temamos la falta de solidaridad de los demás, que también son víctimas del mismo incidente. Es que no se nos ocurre transitar de nuestra posición pasiva, dócil, a la de primeros actores de un drama, cuyos parlamentos jamás hemos ensayado antes y cuyo desenlace tiene tanto de misterio como de peligro. Así que nos conformamos con ver