Cuanto más se ora, Dios es «más» Dios en nosotros
Dios no cambia. El es el definitivamente pleno y, por consiguiente, Inmutable. Está, pues, inalterablemente presente en nosotros, y no admite diferentes grados de presencia. Lo que realmente cambian son nuestras relaciones con él según el grado de fe y amor. La oración hace más densas esas relaciones, se produce una penetración más entrañable del yo-tú a través de la experiencia afectiva y el conocimiento gozoso, y la semejanza y la unión con él llegan a ser cada día más profundas.