Entonces, de forma atropellada, habla de aquella tarde en que mi madre me sostuvo de la mano en la esquina de Magallanes y Colonia, del semáforo en rojo, del ómnibus, de sus ganas de abalanzarse, de llevarme con ella, de la culpa que sintió después, de las palabras que eligió para contárselo en un rincón de la cocina, de las respuestas que mi padre se desesperó por encontrar, que son las mismas que yo empiezo a buscar ahora.