La risa, algo humillante siempre para quien la motiva, es verdaderamente una especie de broma social pesada. De ahí el carácter ambiguo de lo cómico, que no pertenece por entero ni al arte ni a la vida. Por un lado, los personajes de la vida real no nos harían reír nunca si no fuésemos capaces de asistir a sus actos como a un espectáculo visto desde lo alto del palco, es decir, que sólo nos parecen cómicos porque representan una comedia. Pero por otro lado, en el teatro mismo, el placer de la risa no es un placer puro, un placer exclusivamente estético, absolutamente desinteresado, sino que le acompaña siempre