Los periodistas a veces son un poco grandilocuentes cuando hablan de su profesión. Algunos somos adictos a la adrenalina, somos escapistas, dejamos que se hunda nuestra vida personal y hacemos daño a aquellos que más nos aman. Este oficio puede destruir a la gente. He visto a muchos amigos y colegas destrozados por los traumas: víctimas del mal genio, insomnes y alejados de los amigos. Pero al cabo de años de presenciar tanto sufrimiento en el mundo, nos resulta arduo aceptar que personas afortunadas, libres y prósperas como nosotros puedan sufrir también.