A fuerza de observar la imagen que llenaba el espejo, fue advirtiendo en ella numerosos síntomas de desequilibrio mental. Pero, esta vez, ya no tenía ni hijo ni padre con quienes compartir la locura que se apoderaba de él cada vez con más fuerza, amenazando con invadirlo por entero. La única libertad que le quedaba contra esa locura, era la de hacerle frente en solitario. Había renunciado a escribir la biografía de su padre. En cambio, tan pronto escribía cartas dirigidas a AQUÉL, aunque estaba claro que ya no existía en ninguna parte, unas cartas en las que repetía incesantemente: "Dinos, por favor, cómo sobrevivir a nuestra locura", como se ponía a escribir algunas líneas que siempre comenzaban diciendo: "Si inicio una existencia de encierro voluntario