Comprenda que el mundo quiere asignarle un papel en la vida. Y una vez que usted haya aceptado ese papel, estará condenado. Su poder queda limitado a lo que se le permite al papel que ha elegido o que lo han obligado a adoptar. Un actor, en cambio, interpreta muchos papeles. Disfrute de ese poder, si no está a su alcance, al menos fórjese una nueva identidad, de su propia creación, que no tenga límites prefijados por un mundo envidioso y resentido. Este es un acto de desafío casi prometeico: lo convierte en responsable de su propia creación.
Su nueva identidad lo protegerá del mundo, precisamente porque no es «usted», sino un disfraz que se pone y se quita. Usted no tiene por qué tomar nada en forma personal. Y su nueva identidad lo distingue y diferencia, le otorga una presencia teatral.